Colapso psicopático
La psicopatía, que a veces se considera sinónimo de sociopatía, se caracteriza por un comportamiento antisocial persistente, un deterioro de la empatía y los remordimientos, y unos rasgos audaces, desinhibidos y egoístas[1][2][3] A lo largo de la historia se han utilizado diferentes concepciones de la psicopatía que sólo coinciden en parte y a veces pueden ser contradictorias[4].
Hervey M. Cleckley, un psiquiatra estadounidense, influyó en los criterios diagnósticos iniciales para la reacción/perturbación antisocial de la personalidad en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), al igual que el psicólogo estadounidense George E. Partridge. [5] El DSM y la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) introdujeron posteriormente los diagnósticos de trastorno antisocial de la personalidad (ASPD) y trastorno disocial de la personalidad (DPD), respectivamente, indicando que estos diagnósticos se han denominado (o incluyen lo que se denomina) psicopatía o sociopatía. La creación del ASPD y el DPD se debió a que muchos de los rasgos clásicos de la psicopatía eran imposibles de medir objetivamente[4][6][7][8][9] El psicólogo canadiense Robert D. Hare repopularizó posteriormente el constructo de psicopatía en criminología con su Psychopathy Checklist[4][7][10][11].
¿Están locos los psicópatas?
Aunque se ha demostrado una fuerte asociación entre la violencia y la psicopatía en poblaciones forenses no psicóticas, la relación entre la psicopatía y la violencia entre los pacientes con esquizofrenia no se ha explorado a fondo. Se comparó a los pacientes con y sin historia de comportamiento violento persistente para la comorbilidad de la psicopatía y la esquizofrenia o el trastorno esquizoafectivo.
Los pacientes violentos y no violentos fueron identificados a través de revisiones de los historiales hospitalarios y de los registros de arrestos y condenas. La Psychopathy Checklist: Versión de cribado se administró a 51 pacientes, 26 pacientes violentos y 25 pacientes no violentos emparejados. Se utilizó el análisis de la varianza como principal método estadístico para comparar los grupos violentos y no violentos.
Las puntuaciones medias de psicopatía fueron más altas en los pacientes violentos que en los no violentos. Cinco de los pacientes violentos (19%) tenían puntuaciones que superaban el límite de la psicopatía, y 13 (50%) tenían puntuaciones en el rango psicopático posible. Todos los pacientes no violentos obtuvieron puntuaciones por debajo del umbral de posible psicopatía. Las puntuaciones de psicopatía más altas se asociaron con una edad más temprana de inicio de la enfermedad y con más detenciones por delitos violentos y no violentos.
Psicoticismo y psicopatía
¿Preferiría que le dijeran que su recién nacido puede convertirse en un psicópata? ¿O que puede desarrollar esquizofrenia? ¿Y si, tras recibir un resultado positivo, fuera posible evitar que esto ocurra?
Los factores pronósticos de la psicopatía y la esquizofrenia pueden observarse en las células del cerebro humano ya en el segundo trimestre del embarazo. En principio, se podrían realizar pruebas a los recién nacidos y evaluar su riesgo de desarrollar un trastorno. Otra cuestión es si esas pruebas generarían demasiado sufrimiento.
El grupo de Koistinaho investiga las enfermedades cerebrales con la ayuda de células madre. Las células cerebrales de los pacientes vivos están prohibidas. En cambio, las muestras de piel recogidas de ellos pueden convertirse, mediante una etapa de células madre, en los tipos de células cerebrales que los pacientes tenían antes de nacer.
Al principio del proceso, un trozo de piel se convierte en un cultivo celular. A continuación, se introducen cuatro genes, por ejemplo, mediante un vector viral, que hacen que las células sean pluripotentes. Estas células se corresponden con las de un embrión de pocos días. Debido a su condición de células madre, tienen la capacidad de convertirse en cualquier célula del organismo.
Palaute
Aunque la mayoría de los pacientes con esquizofrenia no son violentos, las tasas de violencia son relativamente más altas para los individuos con esquizofrenia en comparación con la mayoría de los otros trastornos psiquiátricos (Krakowski et al., 1986; Hodgins et al., 1996; Joyal et al., 2007), particularmente cuando la esquizofrenia es comórbida con el abuso de sustancias (Swanson et al., 1990; Erkiran et al., 2006). Por ejemplo, en un estudio, el 8,36% de los individuos con esquizofrenia informaron de comportamientos violentos en comparación con el 3,45% de los individuos con un trastorno afectivo y el 2,37% de los individuos con un trastorno de ansiedad (Swanson et al., 1990). Aunque el 21,30% de los individuos con abuso de sustancias informaron de violencia, la tasa aumentó al 30,33% en los individuos con comorbilidad tanto de esquizofrenia como de abuso de sustancias.
En comparación con la población general, un meta-análisis encontró que el 9,9% de los individuos con esquizofrenia u otro trastorno psicótico eran violentos en comparación con el 1,6% de la población general; sin embargo, los autores no encontraron un mayor riesgo de violencia en los individuos con psicosis comórbida y abuso de sustancias en comparación con los individuos con trastornos por uso de sustancias solamente (Fazel et al., 2009). Además, un estudio reciente encontró que los individuos con esquizofrenia tenían 4,57 veces más probabilidades que los individuos sin esquizofrenia de haber sido declarados culpables de un delito violento (Short et al., 2013). Una vez contabilizados la edad, el sexo y el consumo de sustancias, los individuos con esquizofrenia seguían teniendo 3,11 veces más probabilidades de ser declarados culpables de un delito violento, lo que sugiere que el aumento de la violencia en la esquizofrenia no es totalmente atribuible al consumo de sustancias.